diumenge, 26 d’abril del 2020

EL CORONAVIRUS COMO ADVERTENCIA.


En 1933 el filósofo alemán Oswald Spengler publicó el libro "Años Decisivos", que en cierto modo continuaba su anterior obra "La Decadencia de Occidente". En "Años Decisivos" Spengler, analiza la época entre las dos Guerra Mundiales señalando que las potencias europeas eran progresivamente desplazadas del centro de poder mundial convirtiéndose en potencias de segundo orden.

La crisis del coronavirus marcará el inicio de una nueva etapa político-histórica que, sin duda será determinante para Europa, si tiene élites políticas conciencias y articuladas, para poder cambiar la tendencia a la marginalidad que ya apuntó Spengler hace casi noventa años , y quiere volver a ser una de las potencias en el nuevo mundo multipolar.

Ante los años decisivos que nos esperan Europa debe reflexionar sobre las carencias y los problemas que el coronavirus ha puesto en evidencia... aún más.

El coronavirus debe servir de advertencia.

Europa debe cerrar sus fronteras a la inmigración e iniciar políticas de repatriación inmediata de inmigrantes ilegales, delincuentes y en paro de larga duración.

Renacionalizar la producción, potenciar el comercio y el consumo de proximidad. No se puede cerrar la producción propia y dejarla todo en manos de países extranjeros, que además son potencias mundiales y frente a los que no se tiene ningún poder político o militar de respuesta.

Europa debe evitar las deslocalizaciones industriales implementando políticas fiscales que las hagan inviables. Denunciar los tratados de Libre comercio e implementar políticas arancelarias.

Europa debe retomar su producción textil y dejar de importar ropa del Tercer Mundo, en muchas ocasiones fabricadas en semiesclavitud.

Europa debe ser social y tener un sector público sólido que le permita hacer frente a cualquier eventualidad sanitaria y social. Apostar por la creación de un gran espacio político, comercial y militar europeo como única alternativa posible para la Globalización. Por herencia, cultura, geopolítica y lógica económica, nuestro espacio se llama Europa, y tiene que estar necesariamente en estrecha colaboración con Rusia.
A la re-nacionalización por la de-globalización,

De alguna manera la globalización es el nombre que se da al dominio planetario por parte de EEUU y China -aunque en realidad sea un poco más importante y de dimensión más financiera que geográfica.

Las dinámicas económicas y geopolíticas señalan que para enfrentarse a esta globalización los estado-nación europeos son absolutamente insuficientes (desde Alemania a una hipotética Cataluña independiente) sólo la articulación de grandes espacios continentales podrán traducirse en una alternativa de la globalización y en la construcción de una potencia efectiva en el mundo multipolar.

Segundo las encuestas, el coronavirus provoca un creciente rechazo a la globalización entre la población europea.
Esta crisis está desembocando en la quiebra de la confianza en la idea del "mundo único sin fronteras" -meta última de la globalización- y en la superclase dirigente mundialista.
Esta crisis debe provocar el fortalecimiento estratégico de las formaciones disidentes y una articulación de fuerzas antagónicas con el NOM en torno a ideas y estructuras políticas nacionalistas e identitarias, que defienden el paradigma antitético a la fracasada globalización.

La mentalidad servil y acomplejada de los tecnócratas de Bruselas, ayudando a un país hostil a Europa y con mínima incidencia del coronavirus, es uno de los elementos que mina la confianza de los europeos en la UE. Pero el problema no es la UE, es su clase dirigente, que -por cierto- actúa de la misma manera nefasta en cada uno de los estados que la componen.

Neil Melvin, director de Estudios Internacionales de Seguridad del británico Royal United Service, señala en un artículo ...
https://www.elconfidencial.com/mundo/europa/2020-04-12/entrevista-neil-melvin-coronavirus-geopolitica_2543415/

La falta de liderazgo mundial que está provocando la crisis del coronavirus, en la que EEUU dan signos claros de decadencia, China es incapaz de tomar el relevo en el liderazgo mundial y genera desconfianzas de todo tipo y Rusia asume un papel de segundo orden.

Melvin afirma que las potencias regionales no dejan de ser más que eso, regionales: Irán, Turquía e India difícilmente podrán redimensionar en algo más grande. También señala la crisis a la que se enfrenta la UE, anunciando un debilitamiento de ésta. Esto último -comenta nosotros- es una de las tendencias posibles en la UE, pero también el paradigma general, manifiesta una opción que Europa toma un papel relevante en un mundo de débil multipolaridad, es en este contexto donde se dan las circunstancias para crear Europa potencia, pero para ello es necesario, no sólo que los países de la UE se articulen políticas comunes, sino que se cree un poder europeo que mire por la defensa de los intereses globales europeos, que no es lo mismo que la suma de los intereses particulares -y normalmente contradictorios- de cada uno de los países europeos.

En cuanto al futuro del Reino Unido, y su relación con la UE, se nota que el autor es británico, y sin embargo duda sobre el inmediato futuro de su país. El primer escollo, ver si afronta las negociaciones sobre el Brexit con la seguridad rupturista que tenían antes de la crisis.

Aun así es necesario señalar que la lucha por la existencia como entidad política real en el mundo multipolar llevará a plantear reformas más profundas que hoy están desaparecidas del cualquier debate político pero que son igualmente necesarias.

Hacemos una sencilla comparación ilustrativa:
China tiene 1.400 millones de habitantes, un presidente a su frente, Xi Jinping, que lo es a perpetuidad, una élite dura e ideologizada que organiza el país política militar y económicamente por ser la gran potencia mundial y que piensa en el largo plazo con el objetivo de conseguir la supremacía mundial de la etnia Han. Con un control de la producción y de la economía en clave geopolítica y una población étnicamente homogénea.

Europa tiene 450 millones de habitantes, dividida en países que son incapaces en ponerse de acuerdo ni siquiera para gestionar la crisis más grande a la que se enfrenta tras la SGM. "Líderes" con el horizonte temporal de las elecciones de los próximos cuatro años. Ausencia de una clase política estable. Deslocalización y puertas abiertas a la inmigración de población alógena.

Es evidente cuál será el resultado geopolítico. La Historia no tiene piedad para los débiles.

Estas son nuestras propuestas y soluciones para el siglo XXI que los años decisivos ya están aquí.



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