Emannuel Macron, el criado de lujo de la familia Rothschild y el botones mimado de toda
la casta banquera y mundialistas –también llamada “banksters”- es el nuevo
Presidente de Francia. Nada extraño en
el resultado final de las elecciones presidenciales ni en su iconográfica
escenificación, con la pirámide del Louvre de fondo, para quien quiera entender
el simbolismo es más que evidente.
En esta
segunda vuelta lo importante era ver qué porcentaje de votos era capaz de
lograr la candidata “disidente”, Marine
Le Pen, que se enfrentaba a toda la poderosa maquinaria de lo políticamente
correcto, esta vez de nuevo en “movilización general” para evitar que el debate
real entre el candidato de las elites, la islamización, el capitalismo salvaje
y el ultra-liberalismo económico y la candidata del pueblo llegase a los medios
de comunicación masivos. Nada nuevo bajo el Sol.
Centrándonos
en el resultado del que hablábamos antes, Marine Le Pen ha logrado un 33,93% de
votos porcentuales, lo que equivale a unos 11 millones de votos. Seamos
realista, con toda la prensa en contra, con la cantidad de inmigrantes
“nacionalizados franceses” y con derecho a voto y con la composición
político-sociológica de la población francesa, es imposible e injusto calificar
este resultado como “malo”, el problema es que tampoco es “bueno”, y no lo es
respecto a las encuestas de hace meses y
-más grave- respecto a las propias proyecciones que había hecho el Front
National que aspiraba a llegar al 40%. Esto es precisamente lo que ha provocado
los primeros movimientos internos en el partido.
Ha sido el padre de Marine y fundador del
Partido, Jean-Marie Le Pen, quien ha señalado directamente
y sin rodeos es grave error del Marine y su equipo en esta campaña electoral,
declarando que: “se ha puesto excesivo
énfasis que su campaña ha prestado al euro y Europa en detrimento de problemas
más urgentes como la inmigración” añadiendo "Hay que hablar de los
verdaderos problemas: de la inmigración en masa, y de las crisis demográficas”
y culpando de este error al actual número dos' del partido Florian Philippot. Ésta es sin duda la clave del resultado de
Marine, que en unas circunstancias como las actuales: con una crisis económica
insostenible, con paro, deslocalizaciones, aluvión migratorio y centenares de
asesinatos por parte del integrismo islámico en suelo francés, debería haber
aprovecha la ocasión, ir directamente a estos problemas, y no entrar en
cuestiones tan anti-populares como la salida de la UE y su confusa política
sobre el euro, durante la campaña electoral; Marine llegó a afirmar que
mantendría el euro para el exterior mientras que dentro de Francia se usaría el
franco, evidentemente un experto en banca como es Macron destrozó este
argumento durante el debate electoral, dejando en evidencia a una candidata que
no tenía claro algo tan básico como cual o cuáles iban a ser las monedas de la
República de Francia, un fallo que nadie se puede permitir.
Ahora las
aguas volverán a tranquilizarse hasta las elecciones legislativas de junio, en
las que el Front National se juega parte de su futuro y debe luchar por lograr
el mayor número de diputados. De no ser así, las grietas internas comenzarán a
estallar. Marine ha dicho que en el próximo congreso el partido se “renovará”
pero no sabemos en qué línea lo hará. Si reforzará la línea euroescétpica de
Florian Phillipot o la línea “derechista” de Marion Le Pen, ambos enemigos irreconciliables.
Lo que es
cierto es que el FN debe pensar ya en las presidenciales de 2022, cuando
votarán chicos y chicas que ahora tienen 13 años y que jamás han visto un
franco, moneda que sólo conocerán por las referencias de sus padres y abuelos.
Es hora de ir actualizando el reloj, ya lo dijimos en el caso de Greet Wilders en los Países Bajos, y lo
repetimos en el de Marine Le Pen en Francia: la UE no se va a romper porque los
ciudadanos europeos no lo quieren, la moneda va a seguir siendo el euro porque
no hay vuelta atrás. O los partidos nacionalista y populista asumen
positivamente esta realidad o su discurso será cada vez más a-político y a-histórico,
y no lograrán aprovechar esta oleada de rechazo a la inmigración y a la islamización
que existe en toda Europa.
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