dijous, 29 de maig del 2014

UCRANIA: LA LÓGICA EUROPA FRENTE A LA LÓGICA DE YALTA.




Hace unos seis meses que la revuelta de la plaza de Maidán en Kiev, dio comienzo a una crisis en Ucrania, que lejos de haberse solucionado, se agrava y se prolonga en el tiempo, con el peligro de convertirse en una situación enquistada, que provoque inestabilidad crónica en esa zona crítica de Europa: quizás sea precisamente por esto, por lo que nadie parece interesado en terminar con las revueltas, hoy convertidas en conflicto pre-bélico.
Desde el inicio de los acontecimientos, venimos leyendo análisis que generalmente pecan de superficiales, reduciendo las complejas cuestiones que se dirimen en Ucrania a una simplista cuestión de “separatismos”, “unionismos” y “nacionalismos” (ucraniano frente a Rusia, o pro-ruso frente a Ucrania) y llegando a unas conclusiones siempre desde la perspectiva local e interesada, jugando con las ideas a las que remiten estos términos en la posición del analista –y no en la realidad del conflicto-; las frases: “Ucrania no es Cataluña” o “Ucrania sí es Cataluña” o “Rusia no es España” o “Crimea no es Cataluña”, dan muestras de lo miope de las posiciones y de la ausencia de un análisis real de la crisis ucraniana –y continental- sobre la que nadie ha querido o no ha sabido entrar en profundidad.
El juego real
En Ucrania se está jugando la partida de la estabilidad continental, el control de Estados Unidos, la posibilidad o no de que Europa occidental gane autonomía política y estratégica, y la repetición o no de la situación creada en Yalta frente a la alternativa de la creación y consolidación de un eje euro-ruso.
El escenario real es éste:
Se trata de un juego a tres bandas: Estados Unidos, Rusia y Alemania (que intenta que su posición sea unánime en la UE, algo que no logra conseguir).
Rusia y Alemania, que estarían de acuerdo en una Ucrania independiente, íntegra territorialmente (con el reconocimiento para una amplia autonomía de las minorías rusas) y neutral –es decir fuera de la OTAN– que sirviera de puente entre Europa occidental y Moscú.
Estados Unidos que busca la inestabilidad en esta zona para impedir esta posibilidad, actuando de forma manipuladora sobre el nacionalismo ucraniano –entre otras cosas– y que busca una Ucrania no sólo integrada en la UE, sino parte de la OTAN, con lo que se asegura la presencia militar en la frontera con Rusia, y eleva la sumisión y dependencia de la UE hacia la OTAN.
Sin embargo –como siempre ocurre– el esquema no es tan sencillo, tanto Alemania/UE, como Rusia, tienen contradicciones y tensiones internas que dificultan este entendimiento Berlín- Moscú.
Alemania no logra unificar la postura de la UE, de hecho Reino Unido comparte la estrategia norteamericana, y desde la llegada al poder de Sarkozy y hoy con Hollande, Francia ha dejado de apostar por una política autónoma en clave europea, para ser cada vez más una correa de transmisión de los intereses del Pentágono.
Tampoco en Rusia las posiciones son uniformes, desde 2011 observamos una tensión interna, con el aumento de influencia de una corriente que podríamos llamar “neosoviética”, que tiende a perpetuar la situación generada en Yalta: es decir reparto del continente europeo con EEUU y, por lo tanto, la reducción de Europa a la sumisión política a ambas potencias.

Referéndums y minorías rusas
El pasado 15 de marzo, viajé a Crimea junto a varios líderes del FPÖ, FN, VB, entre ellos Johann Gudenus, vice-presidente del FPÖ, Aymerich Chauprade, eurodiputado del FN, Franz Cleyermans, parlamentario del VB y otros eurodiputados polacos, italianos, letones y griegos, como observador internacional del referéndum que se celebraba en Crimea. La mayoría rusa de la región lo había convocado para volver a formar parte de Rusia y no seguir siendo una región de una Ucrania cada vez más hostil con la población rusa y cada vez más enfrentada con Moscú. Este referéndum dio una mayoría clara a favor de la reintegración a Rusia, terminando así con la anomalía generada por el dirigente soviético, el ucraniano, Nikita Kruschev, que en 1954 como muestra de “desestalinización”, “premió” (?) a Ucrania concediéndole varios territorios rusos: como siempre el comunismo, ignorando las realidades etno-culturales, las consecuencias ya las conocemos todos.
Semanas después otras regiones rusas bajo soberanía ucraniana (autoproclamadas Nueva Rusia), por obra y capricho de Kruschev, se revelaban contra Kiev y organizaban también consultas para unirse a Rusia. Si esta vez los resultados también han sido claros, ha variado el clima político: la respuesta de Kiev ha sido movilizar el ejército para ocupar esos territorios, con la aparente tolerancia de Moscú, que quizás piensa en sacrificar la voluntad política de esos compatriotas suyos, en aras a intentar o bien un diálogo con Alemania (lógica euro-rusa), o bien una alianza con el nuevo gobierno de Kiev (lógica de Yalta).
Elecciones en Ucrania: revolución naranja en diferido
Si el referéndum de Crimea, fue el segundo elemento de la crisis ucraniana, el primero fue la revuelta de la plaza Maidán contra el gobierno de Viktor Yanukovich.
Este fin de semana se han celebrado elecciones en Ucrania para cubrir el “vacío legal” generado tras la huida de Yanukovich y escoger “gobierno legítimo”, la victoria ha sido para el magnate oligarca, Petor Poroshenko; Vital Klitschko, su aliado, alcalde de Kiev y excampeón mundial de boxeo, ha dicho que su primer objetivo será desmantelar las barricadas de la plaza Miadán porque “ya han cumplido su función”, efectivamente, sin saberlo ni quererlo, las movilizaciones y duros sacrificios personales de los miembros de Svodoba y de Pravy Sektor, han servido para llevar a Kiev a un oligarca que pondrá a Ucrania a los pies del Mundialismo y el FMI y que -con su aproximación a la misma- contribuirá a una UE más sumisa a los Estados Unidos y más alejada de Rusia. Una jugada equivocada.
Al final, la llamada “revolución naranja” ideada y financiada por el especulador George Soros, ha triunfado, en su segundo intento.

La vía de solución: reforzar el eje euro-ruso.
La elección presidencial en Ucrania abre una nueva fase del conflicto. Por un lado, el papel del presidente Poroshenko, será el de la sumisión a la estrategia norteamericana de expansión de la influencia en la zona y acercamiento a la UE, entendida como prolongación norteamericana. Alemania y su canciller Merkel, intentará evitar un posicionamiento anti-ruso de la UE y la adopción de medidas sancionadoras a Moscú, porque sabe que la primera víctima de las mismas, es la propia Alemania, que quedaría tocada en materias de aprovisionamiento energético y perdería el importante mercado ruso.
Queda por ver si Rusia apuesta por la estratégica neosoviética -que pasa por un entendimiento tácito, pactando zonas de influencia con Estados Unidos- o por acercarse a Berlín y fortalecer el eje Rusia-Alemania /UE. Esperemos que en el Kremlin, se imponga esta segunda opción, el acercamiento euro-ruso no sólo beneficia a Moscú, también es la garantía de una independencia económica y política de una Europa que ha de dejar definitivamente de ser un mandato de los Estados Unidos.


Enric Ravello Barber.
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