divendres, 3 de novembre del 2023

ANTI-INMIGRACIÓN, ¿QUÉ SE QUIERE DECIR?

 


La “anti-inmigración” se ha ido progresivamente convirtiendo en uno de los temas centrales del debate político europeo, tanto es así el término se ha ido llenado de significados diversos y algunos claramente contradictorios.

Es curioso –por no decir lamentable- que la mayoría de los partidos “anti-inmigración” hablen en realidad a favor de la inmigración legal y de la integración (sic) de los inmigrantes, los que les convierte por definición en partidos pro-inmigración. Lógicamente ser anti-inmigración es estar en contra de toda ella, legal e “integrada” incluida. La cuestión es tan patética que hay que recurrir a Perogrullo para explicarla.

Estos  partidos pro-inmigración –las cosas como son- sólo quieren que los inmigrantes adopten el modo de vida occidental, un modo de vida que hoy ya no es occidental sino universal, y que parece que consis



te simplemente en no llevar barba larga en los hombres y la cabeza tapada las mujeres, a esos se ha reducido lo “occidental”. Diferente sería si se pidiera que se “integrasen” en el modo de vida de europeo, porque Europa es una civilización milenaria que implica una visión del mundo, no es un simple vestuario, y ahí la integración del inmigrante es simplemente imposible porque siempre va a vivir desde “fuera” su relación con la civilización europea y nunca desde “dentro” como lo hacemos nosotros.

 Ese universalismo “occidentalista” es el que lleva a asimilar la anti-inmigración con el supuesto derecho a imponer cómo deben actuar los pueblos árabes y musulmanes en sus países de origen –si deben o no adoptar éstas o otras formulas islámica o laicas- una pretensión absurda y profundamente anti-democrática y anti-identitaria.

Por eso –como siempre que se habla de inmigración/antiinmigración, hay que dejar claro qué se defiende.  La conversión del mundo en un modelo único totalitario occidental-universal, en el que cualquier se puede “integrar” cambiando su vestuario o poco más o la defensa de las civilizaciones, y en nuestro caso de la europea, donde no es posible la integración de inmigrantes ajenos a nuestro devenir y esencia etno-cultural.

Como todos los conceptos definidos en negativo, la “anti-inmigración” se está convirtiendo en algo confuso, vació y no-operativo políticamente, hoy hasta el canciller social-demócrata alemán hace duras declaraciones “anti-inmigración”. Como siempre, se trata de definirse en positivo y de crear un mito movilizador de vanguardia, por eso de lo que se trata es de defender la identidad de cada uno de los pueblos de Europa, y la de Europa en su conjunto como civilización- continente milenario, donde el factor étnico y consecuentemente cultural es definitivo y determinante. En la medida que la inmigración masiva es la destrucción de esas realidades, en ese medida, nosotros somos “anti-inmigración”, de forma radical y no condicionada a simples cambios en el afeitado o el vestuario masculino o femenino.

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