La locura intervencionista “neo-con” –ex trotskistas en su mayoría- bajo la administración de George Bush provocó una a irrealidad belicista que tuvo como puntos culminantes las invasiones de Irak y Afganistán.
Aunque la realidad es que la presencia de EEUU en Afganistán es muy anterior, anterior incluso a la intervención soviética como reconoce el propio Zbiweg Brzezinski: “Fue el 3 de julio d 1979 cuando el presidente Carter firmó la primera directiva sobre la asistencia clandestina para los opositores al régimen pro-soviético de Kabul. Y yo escribí una nota al presidente donde le explicaba que en mi opinión esa ayuda provocaría la intervención militar de los soviéticos” (1).
Después de 20 años de presencia militar y según publica un reciente informa de la Watson Institute de la Brown University (Providencia, Rhode Island) un gasto económico estimado en 2.261 billones de dólares y un gasto humano, 238.000 muertos, caídos en operaciones anti-talibanes tanto en Afganistán como en Pakistán, el presidente de Estados Unidos Joe Biden, declaró el pasado 8 de julio: “Acabamos la guerra más larga de la historia” (2). Si el objetivo de la guerra era terminar con el dominio talibán, y Biden anuncia la retirada a la vez que reconoce el control talibán de Afganistán, queda claro que el balance de la guerra es la derrota de los Estados Unidos, que tras mucho años de presencia militar no ha conseguido su objetivo, sino todo lo contrario.
Añadamos que las intervenciones estadounidenses en Irak y Afganistán, saldadas con sendos fracasos, provocaron un estancamiento geoestratégico de los Estados Unidos durante un par de décadas clave. Su error permitió que pasaran de ser la única y hegemónica potencia mundial a que China surgiera con una fuerza imparable y Rusia reapareciera como potencia mundial –tras el colapso de la URSS- especialmente durante después de la Segunda guerra Chechena, momento de inflexión en el crecimiento militar de Moscú.
Asumida su derrota militar, los Estados Unidos, están pactado con los talibanes su retirada de Afganistán. Washington es consciente de que los talibanes en pocos meses derrocarán al actual gobierno y dominarán la totalidad del territorio afganos, no sólo el de la mayoría pastún –a la que ellos pertenecen. Los talibanes han aprendido de errores pasados y ahora ya han tomado militarmente el control de todas las fronteras del país, con lo que los señores de la guerra no pastunes quedan totalmente aislados de cualquier contacto y su posición militar sería tan ridícula como insostenible.
La negociación de la Administración Biden con los talibanes se centra en los dos puntos que la Casa Blanca pretende seguir controlando tras su retirada militar.
-El control del tráfico del opio. Como repitió en diversas ocasiones la Administración norteamericana, “no hemos venido a Afganistán a luchar contra el tráfico del opio”, no sólo fue eso sino que colaboraron con el mismo en todo momento. El opio afgano supone el 80% del opio mundial y está principalmente controlado por los talibanes y en segundo término por el actual y terminal Gobierno de Kabul. Washington siempre ha estado involucrado en el mismo, haciéndose con un pingüe porcentaje del mismo a cambio de no intervenir. El dinero derivado del narcotráfico sirve para pagar servicios de inteligencia y operaciones especiales “secretas”. El control del opio tiene un segundo interés y es que este opio llega entre otros lugares a Rusia, donde su consumo entre la juventud rusa es un importante problema de salud pública. Otra rama de la ruta del opio llega a Europa occidental a través de Turquía, pero el consumo de opiáceos en Europa occidental es bastante bajo.
-Que Afganistán, bajo el control talibán, sea un centro de expansión del yihadismo islámico especialmente en dos direcciones: hacia la provincia china de Xianjang, creando problemas a Pekín, y hacia el Asia central y repúblicas musulmanas de Rusia, creando problemas a Moscú. De hecho los talibanes apoyaron al Movimiento Islámico de Uzbekistán, que desde sus bases afganas atacó a esta república ex soviética. Este ataque ha sido la única ocasión en la que fue necesario movilizar a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (alianza militar defensiva de la que Rusia es el núcleo principal) para repelar una agresión externa a uno de sus estados miembro.
China y Rusia marcan sus estrategias.
Ni Rusia ni China están en absoluto dispuestas a que los talibanes hagan de Afganistán el desestabilizador islamista de Asia Central que la Casa Blanca pretende. Moscú y Pekín tiene su propia estrategia y ambos gobiernos han organizados sendas reuniones con los líderes talibanes, a los que ya reconocen como interlocutores válidos, ignorando el terminal actual gobierno de Kabul.
Por parte rusa el pasado 9 de julio en Moscú con una delegación talibán encabezada por Abadul Latif Mansur (3). Rusia tiene interese ene Asia central ampliar la Comunidad Económica Euroasiática y controlar el islamismo en la zona. No está dispuesta a que el nuevo gobierno talibán desbarate sus planes, ni tampoco quiere permitir que los talibanes se alíen con Turquía para reforzar la presencia turca en esa zona clave de Asia central. Rusia ha dejado claro que no está dispuesta a repetir situaciones como la del ataque del Movimiento Islámico de Uzbekistán. Moscú, que últimamente ha hecho varias demostraciones de un enorme poder militar, ha dejado bien clara su posición
El geopolítico ruso Alexander Dugin escribía en un artículo (4) Que “Rusia debe actuar activamente para impedir que la situación en Asia Central degeneren en caos y en inestabilidad y para eso afirma que Moscú deberá actuar en cooperación con Irán, Pakistán, y también con China, India y los Estados del Golfo, dando un papel crucial en la estabilidad de la zona a la cooperación con Turquía. Dugin continúa afirmando que habría que excluir del teatro centroasiático, a “Occidente”, es decir Estados Unidos y la Unión Europea. Lo cierto es que la UE no tiene ninguna posibilidad de actuar en este escenario clave para la estabilidad mundial, y –como en el caso de Siria- su único papel va a ser del de víctima de la inestabilidad. La retirada caótica de los Estados Unidos, provocará una nueva crisis de refugiados en Europa occidental. Es decir el error estratégico de la Casa Blanca, lo pagará de esta manera Europa. (5)
Por parte china, la reunión entre la delegación talibán, encabezada por el mulá Abul Ghani y su ministro de Asuntos Exteriores Wang Yi, tuvo lugar el 28 de julio en la ciudad china de Tianjin. Pekín logró imponer a los afganos el compromiso de que Kabul no apoyaría al Movimiento Islámico de Turquestán Oriental, grupo musulmán uigur activo en la región china de Xianjang, de población musulmana. Por otro lado, la salida de los Estados unidos y una nueva situación política en Afganistán permitirán importantes inversiones económica chinas, fundamentalmente en infraestructuras, que serán muy bien recibidas por el futuro gobierno talibán (6). Porque como nos recuerda la periodista italo-suiza Chantal Fantuzzi, China tiene claro que la retirada de sus tropas es una derrota para los Estados Unidos, y Pekín va aprovechar esta derrota (7).
Enric Ravello.
(1) https://www.voltairenet.org/article185558.html
(2) https://www.larazon.es/internacional/20210708/q3wuztib55h4pcmmlel4cwvw7a.html
(3) https://asiatimes.com/2021/07/for-russia-the-taliban-a-necessary-evil/
(4) http://euro-synergies.hautetfort.com/archive/2021/07/20/la-russie-retourne-en-afghanistan.html(5) https://www.elmundo.es/internacional/2021/07/07/60e4948621efa06a468b4593.html
(6) https://elpais.com/internacional/2021-07-28/china-y-los-talibanes-consolidan-su-acercamiento.html
(7) https://www.ticinolive.ch/2021/07/30/la-cina-convoca-i-talebani-biden-ha-fallito/
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