dimecres, 23 de desembre del 2020

INTEGRACIÓN, IMITACIÓN, SUBSTITUCIÓN DEMOGRÁFICA.

 


Si hay una palabra que se repite constantemente en el debate política sobre la inmigración y sus consecuencias y nadie  es capaz de definir es la de “integración”, una palabra que no quiere decir absolutamente nada, pero que sirve de excusa a los inmigracionistas que no se atreven a serlo abiertamente, para seguir justificando la llegada de más y más inmigrantes a Europa. El concepto “integración” es por lo tanto una trampa dialéctica que es necesario desmontar.

Hagamos la pregunta: ¿qué quiere decir que una persona o una colectivo está integrado?, ¿qué no ponen bombas?, ¿qué no apuñalan?, ¿qué son musulmanes pero “moderados”?, ¿acaso esto es integrarse, y quién dice quién es moderado y quién radical? ¿Es integrarse venir aquí a vivir de los subsidios?, ¿o lo es mantener unas formas sociales más o menos similares a las de la población autóctona? Porque esto no es integrarse en una cultura, es imitar sus formas exteriores, dos conceptos que son totalmente opuestos.

La integración como se utiliza en el lenguaje actual sólo puede ser enunciada desde parámetros ideológicos marxista-liberales o si se prefiere mundialistas. Desde esa perspectiva ideológica el hombre es sólo una pieza más del mercado o del sistema de producción, las identidades, culturas o especificidades no existen y si existen sólo lo son como complementos anecdóticos y  secundarios, por lo tanto, para la ideología mundialista,  “integrarse” es simplemente pasar a formar parte del mercado y convertirse en un productor/consumidor más en el país de acogida, si pensamos detenidamente lo que quieren decir los que usan este término , es que  “se integra” quien se convierte en un dócil productor/consumidor más. Para nosotros, los entendemos a los hombres y mujeres como parte de un colectivo histórico-cultural, ese concepto de integración no existe, nadie por venir a trabajar a nuestro país “se integra”, integrase es pasar a formar parte de esa comunidad histórico-identitatria, participar sus recuerdos, vivir sus mitos, compartir sus valores, su forma de ver el mundo, y su lengua, su lengua en sentido de la expresión del pueblo, no su lengua como mero instrumento para simplemente para comunicarse, eso es simple utilitarismo.

Haciendo la falsa separación inmigrantes “integrados” e inmigrantes “no integrados” y señalando a los primeros como inmigración “positiva” lo que realmente se está haciendo es acelerar el proceso de sustitución demográfica que estamos sufriendo en toda Europa occidental, porque ese proceso de substitución demográfica de la población europea y en consecuencia el fin de nuestra cultura y nuestra civilización, es consecuencia directa de la inmigración masiva, fundamentalmente legal, tanto islámica como no islámica. Es hora de decir las verdades como son.

Es el motivo de que la clase mediática mundialista hable de “integración” en sentido positivo, y todas los que repiten este discurso no hacen más que el expandir el efecto de esta trampa dialéctica ideada por un súper-clase mundialista en contradicción ontológica permanente con los intereses  de los pueblos las naciones y las identidades.

La inmigración masiva que ha cambiado la fisonomía de la parte occidental de nuestro continente, nunca fue votada en un referéndum, ni venía en los programas políticos de los partidos que la han consentido, por lo tanto desde el punto de vista democrático es absolutamente ilegítima. Es más, la clase política europea ha permitido la inmigración masiva en nuestro continente, mintiendo en sus programa electorales, ocultando deliberadamente cifras y datos y regularizando personas que estaban en situación irregular y que -por lo tanto- deberían haber sido expulsadas inmediatamente. Por lo tanto esta clase política ha cometido un crimen de lesa patria, y toda la inmigración  masiva que se ha instalado en Europa durante las últimas décadas durante estos años es ilegal y ha de ser revertida. Pero es necesario decir que el fácil recurso de echar las culpas de todo a la clase política, esconde siempre una falta de valor y rigor para llevar el análisis a una conclusión más incómoda: cuando un pueblo padece una invasión demográfica brutal de la cual es cómplice su propia clase política y sigue votando a esa misma clase política por miedo a que le llamen “racista”, el problema no es esa clase política, es algo mucho más profundo.

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