Si hay una
palabra que se repite constantemente en el debate política sobre la inmigración
y sus consecuencias y nadie es capaz de
definir es la de “integración”, una palabra que no quiere decir absolutamente
nada, pero que sirve de excusa a los inmigracionistas que no se atreven a serlo
abiertamente, para seguir justificando la llegada de más y más inmigrantes a
Europa. El concepto “integración” es por lo tanto una trampa dialéctica que es
necesario desmontar.
Hagamos la
pregunta: ¿qué quiere decir que una persona o una colectivo está integrado?,
¿qué no ponen bombas?, ¿qué no apuñalan?, ¿qué son musulmanes pero “moderados”?,
¿acaso esto es integrarse, y quién dice quién es moderado y quién radical? ¿Es
integrarse venir aquí a vivir de los subsidios?, ¿o lo es mantener unas formas
sociales más o menos similares a las de la población autóctona? Porque esto no
es integrarse en una cultura, es imitar sus formas exteriores, dos conceptos
que son totalmente opuestos.
La
integración como se utiliza en el lenguaje actual sólo puede ser enunciada
desde parámetros ideológicos marxista-liberales o si se prefiere mundialistas.
Desde esa perspectiva ideológica el hombre es sólo una pieza más del mercado o
del sistema de producción, las identidades, culturas o especificidades no
existen y si existen sólo lo son como complementos anecdóticos y secundarios, por lo tanto, para la ideología
mundialista, “integrarse” es simplemente
pasar a formar parte del mercado y convertirse en un productor/consumidor más
en el país de acogida, si pensamos detenidamente lo que quieren decir los que
usan este término , es que “se integra”
quien se convierte en un dócil productor/consumidor más. Para nosotros, los
entendemos a los hombres y mujeres como parte de un colectivo histórico-cultural,
ese concepto de integración no existe, nadie por venir a trabajar a nuestro país
“se integra”, integrase es pasar a formar parte de esa comunidad
histórico-identitatria, participar sus recuerdos, vivir sus mitos, compartir sus
valores, su forma de ver el mundo, y su lengua, su lengua en sentido de la expresión
del pueblo, no su lengua como mero instrumento para simplemente para
comunicarse, eso es simple utilitarismo.
Haciendo la
falsa separación inmigrantes “integrados” e inmigrantes “no integrados” y
señalando a los primeros como inmigración “positiva” lo que realmente se está
haciendo es acelerar el proceso de sustitución demográfica que estamos
sufriendo en toda Europa occidental, porque ese proceso de substitución demográfica
de la población europea y en consecuencia el fin de nuestra cultura y nuestra
civilización, es consecuencia directa de la inmigración masiva, fundamentalmente
legal, tanto islámica como no islámica. Es hora de decir las verdades como son.
Es el motivo
de que la clase mediática mundialista hable de “integración” en sentido
positivo, y todas los que repiten este discurso no hacen más que el expandir el
efecto de esta trampa dialéctica ideada por un súper-clase mundialista en
contradicción ontológica permanente con los intereses de los pueblos las naciones y las
identidades.
La inmigración
masiva que ha cambiado la fisonomía de la parte occidental de nuestro
continente, nunca fue votada en un referéndum, ni venía en los programas políticos
de los partidos que la han consentido, por lo tanto desde el punto de vista
democrático es absolutamente ilegítima. Es más, la clase política europea ha
permitido la inmigración masiva en nuestro continente, mintiendo en sus
programa electorales, ocultando deliberadamente cifras y datos y regularizando
personas que estaban en situación irregular y que -por lo tanto- deberían haber
sido expulsadas inmediatamente. Por lo tanto esta clase política ha cometido un
crimen de lesa patria, y toda la inmigración
masiva que se ha instalado en Europa durante las últimas décadas durante
estos años es ilegal y ha de ser revertida. Pero es necesario decir que el
fácil recurso de echar las culpas de todo a la clase política, esconde siempre
una falta de valor y rigor para llevar el análisis a una conclusión más
incómoda: cuando un pueblo padece una invasión demográfica brutal de la cual es
cómplice su propia clase política y sigue votando a esa misma clase política
por miedo a que le llamen “racista”, el problema no es esa clase política, es
algo mucho más profundo.
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