
Lo que la prensa llama “escándalo de Ibiza” de su anterior
presidente HC Strache, y que realmente no es más que un montaje de los servicios
secretos alemanes para atacar al FPÖ y sus antiguos cuadros dirigentes -asunto
que HC Strache ha puesto en manos de la justicia- ha afectado al resultado,
pero también lo ha hecho la estrategia del nuevo candidato del FPÖ, Norbert
Hofer, de moderar su lenguaje para hacer más factible una alianza gubernamental
con el ÖVP. En realidad, el canciller Kurz convocó estas elecciones justo
cuando estalló el escándalo para desembarazarse de esta coalición y en especial
del eficientísimo ministro del Interior del FPÖ, Herbert Kickl.
Ahora Kurz tendrá que elegir entre reeditar la colación con
el FPÖ y seguir son las políticas anti-inmigración, o en buscar alianzas con
socialdemócratas y verdes, que se sitúan en el 13,80% de votos.
Estamos seguros de que el FPÖ tomará buena nota de lo
sucedido y rectificará errores para volver a situarse en el 26% de votos que
había conseguido en 2017. El voto perdido por el FPÖ ha ido
mayoritariamente a
la abstención y no al ÖVP.
Austria y Europa lo necesitan.
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