No hace
falta repetir las cifras de muertos y heridos, la brutalidad del atentando
sucedidos en París el pasado sábado, es –por desgracia- de sobra conocida. Su
carga simbólica y su impacto sociológico también. Sorprende algo más la sorpresa generalizada,
ante la nefasta consecuencia de una situación que se ha consentido, propiciado
y alentado durante las últimas décadas por parte del gobierno francés y de
diversos gobiernos de Europa occidental. Por este motivo, si conviene una
reflexión sobre lo ocurrido.
El contexto geopolítico
La llegada
de Barack Obama a la casa Blanca
–recordemos Premio Nobel de la Paz- fue recibida por el mundo “progre” como el
inicio de una etapa de paz mundial y de relaciones internacionales basadas en
el “diálogo y la comprensión”, hubo alguna que la llegó a definir como un
“acontecimiento cósmico”: otra prueba de infantilismo. Obama ha seguido la misma política que las
administraciones anteriores, y ha continuado creando monstruos en Oriente Medio.
Obama fue
quien declaró la “cruzada” contra el legítimo y laico régimen sirio de Al-Assad, armando y organizando a la
llamada “oposición islámica”, esa misma que armó y apoyó el presidente francés,
Francois Hollande, con el apoyo táctico
de Mariano Rajoy. Sí, efectivamente
Hollande armó y apoyó a los islamistas de Siria.
La actuación
militar de la Rusia de Putin apoyando precisamente al régimen de Al- Assad, es la que está permitiendo que
Siria no caiga completamente en manos de los islamistas “moderados” y “no moderados”.
Ha sido sólo después de los atentados de París, cuando Francia ha cambiado de
posición en Siria y bombardea a los enemigos del que antes pretendía derrocar
apoyando a los islamistas. La falta de criterio, el seguidismos perruno hacia
Estados Unidos y la insensatez total, son las características que definen la
política de Hollande en Oriente Medio.
Hollande no
sólo ha sido torpe en el exterior, ha sido temerario y absurdo en el interior.
Ahora nos habla de seguimiento, de control policial, de
hacia los islamista radicalizados “franceses” (es decir de pasaporte
francés), sí hacia esos mismos que hasta hace muy poco dejaba viajar a Siria a
combatir con el ISIS, mientras él bombardeaba a Assad, dejó a cientos de
“jóvenes franceses (?)”, viajar a Oriente Medio, ingresar en organizaciones
armadas islamsitas… y luego volver a Francia. ¿Qué esperaba Hollande? La
irresponsabilidad se paga cara.
Hollande ha
seguido la política suicida de sus predecesores, abriendo las puertas de
Francia a millones de inmigrantes, a los que se ha regalado no sólo la nacionalidad
sino subvenciones y apoyos de todo tipo, en pos de la “integración”. Otra muestra de infantilidad, y de actuar
según las fantasías multiculturales y no la realidad. Hoy los suburbios de las
grandes ciudades francesas, son un núcleo de marginalidad y violencia, el caldo
de cultivo para esa tercera generación de inmigrantes, que jamás se ha
integrado ni se integrará y que se identifica de forma masiva con el islamismo
radical y el odio a todo lo que represente la idea de Francia y de Europa. Como
colofón de este disparate, Hollande ha abierto las puertas a los
“pseudo-refugiados” de la guerra Siria, que no han hecho más que reforzar y
hacer aún más peligrosa esta realidad. La estupidez “ad nauseam”.
La bomba demográfica
Si a
mediados de los 80 Jean Marie Le Pen
hubiera dicho que en 2015 París sería una ciudad presa del terrorismo
islámicos, con barrios llenos de integristas donde rige la sharia y la policía no
se atreve a entrar (zone non-droite), los “sabios medios progresistas” le
hubieran tildado de irracional, intolerante, racista, etc., etc. Hoy nadie
parece ver el siguiente paso, pero es obvio. Los musulmanes crecen demográficamente
en Francia, además son ciudadanos con pasaporte
y plenos derechos políticos, es decir también el derecho de constituir partidos
y presentarse a elecciones, es totalmente lógico pensar que en 20 ó 30 años un partido
musulmán francés tenga un apoyo electoral importante, y condicione las leyes y
las reglas del juego del país vecino, la consecuencias de todo esto no hace
falta señalarlas porque todos sabemos cuáles serían. Los medios lo ocultan y la opinión pública no
quiere verlo, pero no porque no sea racional, sino porque les da miedo tan sólo
pensarlo. El miedo, como siempre, paraliza cualquier tipo de reacción.
La teoría de la conspiración
Siempre que
hay un atentado de estas características, surgen una serie de comentarios y de
situaciones que son difícilmente explicables, pero que no se contemplan en la
versión oficial.
El hecho de
que los propietarios judíos de la sala Bataclan la vendieran hace dos meses, y
de que la población judía de París estuviese avisada, sumándolo al hecho de que
Benjamín Netanyahu, el Primer
Ministro de Israel, declarara que
Francia “sufriría atentados” al cambiar de posición sobre Palestina es uno de
ellos.
Un segundo
es el hecho de que Hollande haya salido reforzado, cuando él su gobierno hayan
pasado por las cuotas más bajas de popularidad justo antes de las elecciones
regionales que tendrán lugar en pocos días, otra.
El hecho de
que tras los atentados e reforzará el control de los ciudadanos –que dócilmente
acceden al recorte de sus libertades- lo que aumentará el poder de los aparatos
del poder, tal como se hizo tras el 11S; otro.
Y por último
hay quien señala a que el atentado doblegará voluntades, cara a la próxima
cumbre climática que tendrá lugar… precisamente en París en diciembre y en determinadas
instancias quieren imponer condiciones que lleven de facto a una especia de “gobierno
mundial” para controlar el “cambio climático mundial”
Ya sabemos
que el terrorismo internacional no todo es lo que parece, los hilos de las
provocaciones y las manipulaciones son siempre difíciles de rastrear.
Europa en guerra… pero, ¿qué guerra?
Es cierto
Europa está en guerra, está en guerra contra el jihadismo, está en guerra
contra el fanatismo islamista que se ha instalado en nuestro continente y que
amenaza con terminar con nuestra seguridad y nuestro modo de vida. Pero no sólo
está en guerra contra eso, está en guerra contra el intento de inmersión
demográfica contra la población autóctona, está en guerra contra la
manipulación que le lleva a participar en conflicto que nada tienen que ver
contra nuestros intereses, está en guerra contra la traición y la insensatez
que supone abrir las puertas de nuestros países a una marea de millones de
inmigrantes. Por eso esa guerra no la pueden
dirigir la clase política culpable de todo esto, los Hollande, Rajoy, Merkel o Mas, porque ellos son los grandes culpables de la dramática
situación en que nos encontramos. Y ya se sabe en la guerra, como en política,
la primera condición es saber identificar el enemigo.
Enric
Ravello Barber
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