dijous, 6 d’octubre del 2022

LA MUJER EN LA HISTORIA DE EUROPA Y LA SUMISIÓN DE LAS PROGRES PSEUDOFEMINISTAS.

 

 



 

Para el movimiento neofeminista del 68 –el feminismo lo dejamos para las luchadoras por los derechos de la mujer a finales del XIX y principios del XX– impregnado de ideología marxista y de autoproclamado “progresismo liberado”, la relación hombre-mujer era un enfrentamiento dialéctico –propio de las ideologías de la escisión de matriz marxista– entendiendo a la mujer como “clase social alienada”, en proceso “emancipatorio”.

Dentro de la ortodoxia marxista, las feministas categorizaron un modelo mundial inicial como el momento de mayor opresión, al que ir superando en las sucesivas fases que llevaran a la emancipación final (de ahí su particular concepto de “progreso”). A este modelo lo calificaron como "el modelo de opresión patriarcal".

Los esquemas liberales-marxistas de la historia se empeñan en presentar modelos únicos y universales, no reconociendo la pluralidad y variedad de civilizaciones que han constituido la historia mundial, término éste ya de por sí problemático. Lo cierto es que ya desde la primera Antigüedad, se constatan diferencias abismales en la concepción y la consideración de la mujer entre los pueblos europeos y los de Oriente Próximo.

 

La mujer en Europa y en Oriente Próximo: dos concepciones opuestas.

 En toda la antigua Europa vemos repetida la alta valoración de la mujer, dentro de una sociedad patrilineal (que no patriarcal). En el mundo helénico, en Roma, y ​​entre los celtas y hermanos, la mujer está plenamente integrada en las estructuras socioeconómicas, culturales y políticas. Está "junto" a su marido, pero no "bajo" su marido. Ejerce sus derechos mediante procedimientos de justicia. Tiene su sitio en los juegos donde se exalta el vigor y la salud, y en los altares donde se rinde culto divino. Incluso en Irlanda, las mujeres desempeñan destacadas funciones religiosas, y entre los godos y cimbrios es normal verlas como soldados. Este papel de la mujer aparece en las fuentes y testimonios de la más antigua cultura europea. Andrómaca da consejos militares a Héctor en la Iliada (VI, 490-93). Platón describe a la mujer como "más débil que el hombre" pero afirmando que tiene vocación para el cumplimiento de las más altas funciones filosóficas y guerreras (República V. 455-56). Entre los trágicos, especialmente en Eurípides, la psicología femenina es tratada con respeto y admiración. En Roma la mujer cena fuera de casa cuando quiere, puede poseer tierras y heredar. Catón el Viejo, ejemplo de la virtud romana señala “el hombre que pega a una mujer, levanta una mano impía sobre lo que hay de más sagrado y de más santo en el mundo”.

"Entre los antiguos germanos, es la mujer la que era honrada" nos dice el historiador Louis Bridel en su libro, La femme et le droit. Estudio histórico sur la condición de la femme. Entre ellos, la hija mayor disfruta de la libre administración de sus bienes, todavía casada puede, sin autorización del esposo, endeudarse y contraer obligaciones. En Grecia, el día de la boda, la nueva propietaria de la casa recibe un puñado de clavos, símbolo de su poder y autoridad. Costumbre que también se documenta entre los celtas irlandeses e hispanos y entre los hermanos, Tácito, el historiador romano que primero escribió sobre éstos afirma “la familia no existe ni subsiste más que gracias a la mujer”.

La situación de la mujer en la Europa antigua dista mucho de la “sumisión patriarcal” de la que hablaban las neo-feministas, término que, sin embargo, encaja mucho mejor con lo que nos encontramos en Oriente Próximo islámico y pre- islámico. En Asiria, las mujeres debían prostituirse al menos una vez en su vida. En la tradición israelí se considera que todo pecado tiene su origen en la mujer, mientras que para los árabes preislámicos el sometimiento al hombre y su inferioridad ontológica es constante. Tendencia que se agravará y codificará en el Corán donde se señala que la mujer es impura e inferior al hombre, contemplado el repudio de la mujer por el simple capricho de su marido, autorizado a golpear a cualquiera de ellas “sospechosa” de infidelidad (Corán IV, 34).

Esta diferencia se extenderá durante toda la Edad Media. Mientras que en Europa vemos a reinas y heroínas, la mujer en Oriente Medio sigue en la marginación y exclusión de la vida social y política. Son cientos las reinas y princesas que encontramos en la historia europea medieval, ninguna en la de Oriente Medio. En épicas tan difíciles y “heroicas” como la Reconquista, existen numerosos casos de mujeres europeas guerreras, campesinas que formaron parte de la élite militar de su pueblo. Bonnassie ofrece los ejemplos soberbios de la condesa Ermesendis, hija del conde Roger de Carcasona, y de Guidinilda (pero igualmente podríamos recordar a otras mujeres de la Casa de Barcelona como Almodis o Mahalta): "Asimismo es muy revelador del ambiente de la época, por ejemplo, la personalidad de esta Guidinilda, que emprende al frente de su “medida” (sus tres hijos y dos parejas de amigos) la reconquista de Cervera, construye una torre y en 1026 consigue que le atribuyan –precisamente la condesa Ermesendis– el mando de la nueva castlanía». Mujeres que pertenecen a los estratos de potentes o maiores de goticidad irrefutable.

 

En la Edad Media y sobre todo en la Edad Moderna, cambios socio-económicos e ideológicos ocurridos en Europa, llevan a la mujer hacia posiciones de repliegue ya una posición de progresiva y creciente subordinación. Situación contra la cual las mujeres lucharon valientemente en los siglos XIX y principios de XX, y al hacerlo, reclamaban –sabiéndolo o no– el aggiornamento de vuelta a los valores típicos de las sociedades europeas ineludiblemente unidos al respeto y valoración por la condición femenina.

 

La incongruencia del neofeminismo: de la quema de sujetadores y la aceptación del burka.

De este movimiento de lucha femenino, pasamos en los famosos años 60-70 a la aparición del movimiento neo-feminista, con dirigentes tan grotescas como Kate Millett y afirmaciones tan alucinantes como ésta “los estereotipos sexuales están desprovistos de toda cimentación biológica”. Negando evidencias como el hecho de que el dimorfismo sexual, es decir, la diferenciación de los sexos se manifiesta como dato fundamental de los sistemas vivientes y más de los humanos, sin que esto suponga establecer una calificación de estas diferenciaciones, pues como dice el filósofo alemán Keyserling "es tan ridículo hablar de la superioridad del hombre o de la mujer como de la superioridad del polo eléctrico positivo o el negativo".

La idea de este movimiento neo-feminista sería que, aparte de las diferencias sexuales (demasiado evidentes para negarlas), todos los seres humanos serían más o menos bisexuales (?) y las diferencias de conducta que constatamos se deben a “condicionamientos artificiales y educacionales” asumidos e “impuestos” desde la infancia a través de los juegos, vocabularios, distribución de roles y ropa. Y fue una prenda, el sujetador, el símbolo elegido por las neofeministas como elemento de su sumisión, así se organizaban cremas de sujetadores, que pretendían ser una escenificación del fin de la sumisión femenina al machismo sexista ya la instrumentalización de su condición femenina.

Pocos años después, el sujetador ha dejado de ser un tema de debate, y hoy en Europa, las piezas femeninas que más controversia suscitan, son precisamente piezas que no usan las europeas sino las inmigrantes llegadas del Tercer Mundo, el velo y el burka. Una de las muchas consecuencias de cuya inmigración es víctima Europa.

Si el sujetador era considerado una “pieza opresiva” lo lógico hubiera sido pensar que estas feministas (con varios años más) estuvieran en primera fila de las protestas contra los velos y los burkas. No ha sido así, la mayoría de las veces se han callado, cuando no han calificado de "xenófobos" a los que han pedido legislaciones contras estas piezas que atentan a la idea de que los europeos tenemos de la dignidad y la libertad femeninas.

Estas mismas "quemasujetadores", muchas de ellas hoy dirigentes de partidos de izquierda "civilizada", colaboran políticamente con un islamismo que es claramente "machista" y dista mucho de ser "emancipador de la mujer" como ellas pretendían presentarse hasta hace pocas décadas. Fue una de ellas, candidata socialista en una mediana localidad francesa, la que pactó con la comunidad islámica local para obtener sus votos contra el candidato del Front National –que sin esos votos se hubiera convertido en alcalde– el pacto tácito que aceptó la emancipada ex-quemasujetadores con los líderes (masculinos claro) de la comunidad islámica local es que un día a la semana la piscina municipal fuera de uso exclusivo masculino y otro día de uso exclusivo femenino, algo a lo que se oponía el candidato identitario y por lo que fue calificado de “xenófobo” por la neofeminista y ahora “islamosumisa”. Un ejemplo más de la hipocresía del neofeminismo universalista y multicultural.

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