Hace un año el último gran bardo Juan Pablo Vitali se enrolaba en la Hermandad Blanca de los Inmortales, donde permanecerá hasta el final de los tiempos.
Su ausencia nos ha dejado sin poesía. Los que entrábamos en el facebook cada día esperando sus magistrales textos, para leerlos no con los ojos sino con la sangre, nos hemos ido acostumbrado a esta situación. Lo hemos hecho, leyendo y releyendo todo lo que nuestro Poeta había ido publicando, hasta llegar a memorizar frases y poemas, que no se guardan en la memoria sino en el ADN.
Mi reciente viaje a Buenos Aires es algo que habíamos conversado y organizado Juan Pablo y yo. Ha sido de otra forma, pero me he encontrado con él en cada esquina, en cada compás de tango, en cada mirada de los criollos, en cada edificio de la Capital del Sur que son la plasmación del ideal de belleza y grandeza de nuestra raza, y en cada conversación con amigos comunes que lo querían y lo admiraban tanto como yo, especialmente en la conversación con Pablo Anzaldi entorno a una pizza en un restaurante lleno de nostalgia y memoria porteña.
Mientras estemos aquí, la Bandera Blanca que levantó Vitali seguirá en pie. Bandera Blanca que no es del Paz sino de la Sangre. Y yo tal como hablé con él y tal como me prometía a mí mismo, fiel a su legado, fiel a nuestra eterna amistad, armando puentes entre los Blancos del Europa y los Blancos del Sur, de esa Argentina blanca, de esa Pampa gringa y de esa Capital de los Blancos del Sur que tanto amamos. Hasta el último aliento.
Un Honor y un Orgullo compartir contigo este eterno combate. Por siempre Juan Pablo Vitali.
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