Detrás del pretendido fin de la historia proclamado por el publicista del Pentágono, Francis Fukuyama, se solapaba una aberración filosófica: sacar el hombre de su hábitat, que la Historia, entendida como su hacer en el mundo y abrir la puerta al post-humanismo que hoy ya se nos presenta como una realidad de facto. Esa salida de la historia significaba la implantación urbi et orbi de lo que, sin el menor disimulo, los sucesivos inquilinos de la Casa Blanca llamaron Nuevo Orden Mundial –resaltamos lo de Mundial-: es decir la unificación mundial bajo la dirección de los Estados Unidos, o lo que es lo mismo un mundo unipolar, es decir con un único centro de poder: Washington.
Los errores estratégicos de las sucesivas administraciones estadounidenses, siempre bajo inspiración unipolar neo-con, propiciaron que Rusia tuviera el tiempo necesario para rehacerse como potencia militar y que surgiera como potencia mundial de primer orden, China, que no sólo se presentaría como poder militar, sino como poder global (económico, estratégico, industrial, tecnológico y diplomático).
China se convirtió en el actor principal de la segunda ola globalizadora, siendo sólo una aparente contradicción que una potencia comunista abogara por la reducción de cualquier traba al comercio mundial, al ser la venta de sus manufacturas en los mercados globales la causa principal de su crecimiento como potencia.
El ascenso de China anunciaba en cierto modo el fin del sueño unipolar de los Estados Unidos y mostraba una nueva realidad bipolar. Pocas décadas después de la caída del la URSS, el mundo volvía a vivir la lucha por la hegemonía planetaria por dos potencias: EEUU y China.
Rusia, convertida en tercer actor mundial, planteaba un paso más allá, una nueva corrección al Nuevo Orden Mundial washingtoniano: el mundo multipolar. Ya no serían solo dos las potencias mundiales, sino que Rusia sería un tercer polo geopolítico, situación que además se combinaría con el surgimiento de potencias regionales que fragmentarían aún más el plan de domino mundial de la Casa Blanca: Turquía, Irán o la India tendrían este papel.
En esta realidad, Europa, el no-sujeto geopolítico, podría tener un papel determinante –como han visto algunos de sus dirigentes-. En ese contexto multipolar, Europa debería emanciparse de sumisión a los EEUU y convertirse en otro centro de poder, capaz de actuar en la realidad internacional según sus propias dinámicas e intereses, cada vez más opuestos y divergentes a los de la metrópoli colonizadora de las barras y las estrellas. Y para esto una de las condiciones necesarias –desde lo cultural hasta lo energético- sería una sinergia entre Europa y Rusia, que reforzaría el papel de ambas realidad y por lo tanto cuestionaría y disminuiría el de los EEUU.
Hoy todos estos escenarios están en juego en la guerra de Ucrania. Estados Unidos que durante años ha estado provocando situaciones inaceptables para Moscú, entiende esta guerra como la posibilidad definitiva de cortar el acercamiento y la creciente colaboración entre Rusia y Alemania –en la que el gas es uno de los elementos claves- y así destruir la opción de ese tercer polo y de la construcción de un mundo multipolar: su primer objetivo es aislar Moscú de sus posibles parteners geopolíticos, el segundo: destruir a Rusia como potencia y reducir aún más a la UE al status de colonia, por eso es hoy el principal interesado en prolongar el conflicto bélico en Ucrania, así Washington está recuperando terreno dentro de una lógica unipolar. China está jugando de nuevo su gran baza diplomática, la paciencia, el objetivo también es un progresivo debilitamiento de Rusia y su alejamiento de Europa, una Rusia débil y aislada dependería cada vez más de su relación con Pequín, con lo que China sería de nuevo la única potencia en disputar el dominio mundial a los EEUU (lógica bipolar). Una Rusia fortalecida, y reforzada en su prestigio diplomático y militar reforzaría la lógica multipolar, lógica que algunos líderes europeos intentar apoyar dentro del poco margen de actuación que tienen, negarse a incluir el gas y la energía en las sanciones a Rusia es la prueba de esta realidad.
En definitiva el resultado final de la guerra de Ucrania marcará el escenario mundial de las próximas décadas, y muy especialmente el de los europeos, las opciones son dos: o inexistencia geopolítica y sumisión absoluta al atlantismo estadounidenses, o emancipación geopolítica y articulación como actor internacional en una realidad multipolar, y repetimos, esto último para por una sinergia –no una sumisión- con una Rusia potente y antagónica con el unipolarismo de Washington y el bipolarismo de Pequín.
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