dijous, 8 d’abril del 2021

CATALUÑA Y EL IMPERIO UNA RELACIÓN HISTÓRICA A REIVINDICAR.


Seguramente leer este titular habrá generado alguna duda entre los lectores, ello es debido a una doble confusión sobre el término Imperio y sobre qué fue y qué no fue un Imperio en nuestra historia continental. Una confusión que parte de dos manipulaciones diferentes pero a su vez complementarias.

-La idea de determinada historiografía española que habla de un supuesto “Imperio español” que nunca existió.

-La idea de determinada historiografía y propaganda catalana según la cual, toda la historia de Cataluña ha de ser despojada de su contenido real, para convertirla en una especia de ficción de bajo perfil. Una visión  mutilada y falseada en la que se niega permanentemente la realidad de un pueblo enraizado en su tierra, en su personalidad, un pueblo conquistador, guerrero y profundamente conectado con las principales dinámicas de la historia europea y en la que los elementos de  autoridad, poder, tradición están constantemente presentes.

Así que lo primero vamos a hacer las aclaraciones conceptuales pertinentes.

 

El Imperio en la Historia de Europa.

En la Historia de Europa desde la caída del Imperio romano de Occidente en manos de los hérulos el año 476 y hasta el siglo XVIII sólo han existo dos imperios: el Imperio Romano de Oriente –mal llamado Imperio bizantino- que continúo vivo hasta la caída de Constantinopla en manos turcas en 1456 y el Imperio carolingio, que después fue Sacro Imperio Romano-Germánico.

Ningún “Imperio español” ningún “Imperio turco” –nombre usado por la historiografía europea pero que jamás lo usaron los otomanos-  ni ningún “Imperio portugués”, tampoco la expansión por el Mediterráneo de la Corona de Aragón no constituyó ningún “imperio”. Sólo usaron tal título en el siglo XVIII el zar Pedro el Grande auto-proclamándose emperador, lo mismo que hiciera Napoleón en el siglo XIX, y la reina Victoria a principios del XX a la que se le otorgó el título de emperatriz de la India, la legitimidad o no de estos títulos imperial sería cuestión de otro artículo. En el XIX también tenemos los ejemplos del Imperio alemán y especialmente en Imperio austro-húngaro ambos legitimándose como continuidad del Sacro Imperio romano-germánico.

Como complemento explicativo a lo que diremos en el presente texto adjuntamos estas dos definiciones de Imperio.

Diccionario de la lengua catalana: “Estado o estados sometidos a un emperador”.

Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE): “Organización política del Estado regido por un emperador”.

 

Carlomgono y la Renovatio Imperii

En 800, Carlomagno el rey de la tribu germánica de los francos que dominaba el territorio de la Europa centro-occidental al este y al oeste del Rin, es proclamado “Emperador de los romanos” por el Papa León XX en la catedral de San Pedro de Roma, lo que simbólicamente representaba la continuidad en su persona del Imperio Romano de Occidente. Además Carlomagno era rey de otras tribus germánicas como los lombardos, que ocupaban el norte de Italia. Sus dominios, que se extendían por gran parte de la Europa occidental actual, fueron conocidos como el Imperio Carolingio.

A la muerte de Carlomagno este imperio se deshace entre sus herederos por el llamado Tratado de Verdún –un error histórico del que aun hoy pagamos las consecuencias-. El Imperio quedó dividió en tres partes: la occidental y la central, que engloba el territorio poblando por los francos, la Francia oriental estaba dominada por otros pueblos germánicos (fundamentalmente sajones) que habían estado bajo el Impero carolingio. En esta parte oriental del antiguo Imperio carolingio es donde nacerá el Sacro Imperio, fueron sus gobernantes, los que conservaron el título de Emperador Romano de Occidente, que había renovado Carlomagno. En 1157 su mítico rey Federico Barbarroja –de la tribu de los sajones- añade el título de “Sacro” y será en el siglo XV cuando se añadió el término “germánico” para dar formar su nombre completo El Sacro Imperio Romano-Germánico.

 

El nacimiento de Cataluña: una fundación Imperial.

Volvemos a tiempos de Carlomagno y el Imperio carolingio. Fue el rey franco quien –en el proceso de expansión de su reino hacia el sur y de conquista territorial al islam- funde el primer condado catalán, el de Rosellón, para fundar nuevos condados una vez atravesados los Pirineos. Conforme avanza la conquista territorial a costa de los musulmanes, los francos  fundan los condados de Gerona y Barcelona. En todos ellos se sigue el mismo modelo fundacional, y se pone al frente a miembros de la aristocracia local visigoda que llevaba décadas en lucha con los musulmanes por el dominio territorial del territorio pirenaico.    

Será el visigodo Wilfredo el Belloso, padre de Cataluña, quien los unificará, siendo el último conde nombrado por la monarquía francesa pues él mismo instaurará la herencia dentro de su casa  como mecanismo para llegar al trono condal. “De facto” crea la independencia de Cataluña aunque los condes seguirán manteniendo juramente de fidelidad al rey franco hasta que Borrell II –nieto de Wilfredo- no lo renovó.

 

La casa Austria (los Habsburgo) y la Guerra de Sucesión.

La forma de nombrar rey tradicional de los pueblos germánicos era la elección y proclamación por la asamblea de guerreros, y así fue en el Imperio romano-germánico hasta el 1438, cuando llegó al trono Federico III Habsburgo, desde entonces el imperio estuvo regido por esta casa real.

Carlos V de Habsburgo se convirtió en el emperador romano-germánico como heredero de su padre, mientras que de su madre recibió los reinos peninsulares.  Es el único momento en la Historia en el que la figura del emperador y la del rey de Castilla y rey de Aragón (dos títulos reales diferentes, unidos en la misma persona en los herederos de los Reyes Católico, fue Carlos de Habsburgo el primero que los heredó) coincidió. Eso en absoluto significa que los reinos hispánicos fueran incorporados al Imperio, ni mucho menos que existiera algo parecido a un Imperio español. A su muerte Carlos V emperador del Sacro Impero, que también es Carlos I rey de Aragón y Carlos I rey  de Castilla, además de otros títulos como Carlos IV de Nápoles y Carlos II de Sicilia, deja el Imperio y el título de emperador a su hermano Fernando de Habsburgo y el título de “Monarca católico” y todas sus posesiones no imperiales a su hijo Felipe (que no es ningún emperador y por lo tanto no gobierna sobre ningún imperio). Rey que no es Felipe II de España, simplemente porque el título de Rey de España no existía -si hubiera existido él hubiera sido Felipe I-, sino que fue: duque de Borgoña, duque de Milán, rey consorte de Inglaterra e Irlanda (1554-58), rey de Nápoles y Sicilia, rey de Portugal, rey de Aragón y rey de Castilla –que incluía todos los territorios de Ultramar, que eran Castilla, no “España”- .  Como rey de Castilla fue  Felipe II (Felipe I había sido Felipe el Hermoso, el marido de Juana la Loca) y como rey de Aragón fue Felipe I –mismo título con el que fue rey de Portugal-, al no haber sido Felipe el Hermoso rey ni de Aragón ni de Portugal. Felipe II no era emperador, aunque la extensión de sus dominios fuera mucho mayor que la del Imperio y aunque en ellos “no se pusiese el sol”, siendo –efectivamente- su reino de mayor extensión el de Castilla. Ser imperio no es una cuestión que venga determinada por la extensión territorial, sino por la naturaleza jurídico-política de legitimación por la iglesia, y –repetimos por enésima vez- el único Imperio existente era el Sacro Imperio Romano-Germánico, y el único emperador, su monarca.

Lo que sí ocurre es que con la llegada de Carlos V (I de Aragón y Felipe I (II de Castilla) la dinastía Habsburgo reina a la vez sobre el Imperio (Habsburgo de Viena) y sobre los reinos hispánicos (Habsburgo de Madrid). Los Austria –como serán conocidos aquí- ejercen una política europea en clave dinástica y reinan al conjunto de los reinos hispánicos con los mismos principios de separación legislativa y respeto de particularidades con los que se rige el Imperio.

La dinastía Austria se mantiene en el trono de los reinos de Castilla y Aragón –unificados siempre en un mismo monarca, es decir unión dinástica- hasta la muerte del último representante de los Habsburgo hispánicos, Carlos II, sin herederos. Esta circunstancia provoca una guerra de sucesión por el trono de Castilla y de Aragón entre dos pretendientes: el Borbón francés Felipe de Anjou, y el archiduque Carlos Habsburgo que representaba la continuidad. Fue una guerra europea en el que se enfrentaban Francia, y el Imperio, la primera quería evitar a toda costa seguir estando rodeada por monarcas de la dinastía Habsburgo en el Imperio y en Castilla y Aragón por el Sur. En definitiva una guerra entre el bando imperial y el bando francés. Cataluña, como todos los reinos de la Corona de Aragón se pusieron del lado Imperial habsbúrgico defendiendo como legítimo sucesor a los reinos de Aragón y de Castilla al candidato imperial: el  archiduque Carlos. La Corona de Castilla apoyó el candidato anti-imperial Felipe de Anjou de la casa Borbón, todos sabemos el desastroso desenlace de la guerra con la derrota imperial en 1714, la victoria del pretendiente borbónico anti-imperial defendido por Castilla y la derrota del archiduque Carlos quien se convertiría en el emperador Carlos VI del Sacro Imperio Romano-Germánico. La victoria anti-imperial supuso la imposición en los reinos peninsulares del modelo centralista francés. Fue el primer rey borbónico el que terminó con el reconocimiento de las diferentes identidades de sus reinos que había caracterizado a la dinastía Austria, aboliendo leyes y fueros de los reinos de la Corona de Aragón “por derecho de conquista militar” e imponiendo el castellano como lengua oficial en los territorio catalanoparlante de la Corona de Aragón, un gesto borbónico-centralista en las antípodas de la concepción de la casa imperial Austria.

 

Cataluña como parte del eje carolingio.


Cataluña nace nacionalmente como parte del Imperio carolingio y muere políticamente luchando por la casa imperial Habsburgo. Cataluña, si quiere recuperar su identidad nacional realmente y no caer en las absurdos argumentos multiculturales e incapacitantes de sus actuales líderes políticos y mediáticos –que hoy hacen más daño que las manipulaciones y negaciones de Madrid-. Por el contrario, Cataluña debe ser consciente de su historia, de su realidad, de su papel en el conjunto europeo y de su posibilidad estratégica y geopolítica de vincularse a donde siempre ha pertenecido, el eje carolingio, que es el Eje sobre el que se construye Europa.


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