La historia no terminó, nunca lo hará. La predicción
teologal que Francis Fukuyama hizo hace poco más de una década se evaporó, en
una entrevista publicada en La Vanguardia (16/01/2008), Fukuyama intentó
explicarse: “no se me entendió bien. La idea de que la estación de la historia
era el socialismo naufragaba con la caída del Muro. Por lo tanto, la verdadera
terminal era el liberalismo económico”. Ni
Fukuyama ni el mesianismo neo-con entendieron nunca que la Historia no tiene
final. Toda predicción mesiánica –laica o religiosa- entra en irresoluble
contradicción cuando se contrasta con la realidad. La experiencia humana viene
definida por el polemos la lucha
entre pueblos y su voluntad de poder, a través del tiempo, y no tiene un
sentido teologal ni una estación final que paralice esta dinámica en el devenir
histórico.
En aquellos mismo años diversos “intelectuales” mundialistas
hablaron del “fin de las ideologías”, lo que en realidad pretendían es que al liberal-globalista
–que también es una ideología-, era la que había triunfado e impuesto a nivel
mundial, y además pretendían hacernos creer que la misma no era una “ideología”
–con la carga negativa que se deba al término- sino simplemente el único modo posible
y lógico de entender el mundo; es decir pretendían afirmar la imposición de la
ideología mundialista como pensamiento único a-ideologizado. La mejor del
Diablo es hacer creer que no existe.
Después de las predicciones de Fukuyama, la caída del gobierno
entreguista y corrupto de Boris Yelstin y la llegada a la presidencia de Rusia
de Putin, demostró que el polemos es algo que va más allá de modelos
económicos. El ascenso de China ha confirmado lo vacío y erróneo de la falacia
de Fukuyama, la pretendida victoria eterna del modelo EEUU, se ha convertido en
realidad en el nacimiento de un mundo multipolar, donde cada potencia lucha por
la hegemonía mundial, o por la defensa de su hegemonía regional frente a las
dos grandes potencias globalistas: EEUU y China.
¿Qué papel tiene Europa en esta fase del eterno devenir
histórico? Europa –la civilización europea en su conjunto – tendrá que elegir
su destino: o romper con la inexistencia política y la sumisión a los bloques
dominantes (EEUU, China) para reivindicar la “civilización europea”, y situarle
como uno de los grandes polos político-económicos del multipolar mundo del
siglo XXI, o conformarnos con ser una serie de enanos políticos ineficaces e
inexistentes como poder real y esperar primero nuestra sumisión
político-económica y luego nuestra desaparición como civilización.
La historia no tiene fin.
Pero los pueblos que no son capaces de luchar por su identidad sí que
son borrados de sus páginas.
Enric Ravello Barber.
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